Engaños
Entretener a
la muerte:
darle pedacitos de
nuestra carne,
engañar la
tripa con enfermedades misteriosas.
Dejarse oler de
vez en cuando,
ese lado podrido
que tenemos todos.
Asomarse al pozo
donde se ahogó el niño,
leer con llanto
el deceso de algún otro,
el paro cardiaco
del abuelo,
el suicidio del
joven.
Lamentarse en voz
alta
para que nos oiga.
Dejarla
pasar pero nunca
darle la
bienvenida.
Que se sienta
extraña
en la casa que
habitamos
para que se vaya,
pero sin correrla,
sin avisarle
que nos creemos
más listos.
Nada, que tome un
café
pero sin azúcar,
de arrimada.
A la muerte le
gusta mirarnos
de lejos
a escondidas, tan
insignificantes.
Le dan risa las
faltas de respeto
luego se
acerca
para darnos una
palmada
que nos mete en el
lecho
por algunos días.
Sólo quiere
comprobar que estamos vivos.
Pero nada es serio
hasta que nos mata.