Por qué esta calle en la que vivo
de grandes huecos en donde antes había árboles
de banquetas colmadas por extraños,
arroyo que cuando llueve se convierte en río,
de autos que alumbran el agua sucia con sus faros.
Por qué esta calle me tocó en suerte y no otra
a quién debo reclamar por nacer
en este barrio de campesinos arrancados de la tierra,
sirvientas, albañiles
hombres que trabajan encerrados en la maquiladora
y deambulan de madrugada en espera del transporte.
Mi vecino trabaja como embalsamador en una funeraria
me pregunta cómo estoy, se sonríe
estoy seguro que me imagina acostado en la plancha
con ese zumbido de moscas alrededor del muerto
él con su cara de piel azulosa, ceniza, mortuoria
y yo respondo tajante que estoy bien
antes de irme.
Por qué esta calle del retorno,
territorio de soles que se multiplican para cocinarnos
como en un brasero,
calle de niñas embarazadas
mujeres que pasean a sus hijos como a mascotas,
madres orgullosas de haber parido extranjeros
madres en espera de irse a ese otro país, imaginario
o de volver a ser niñas en las banquetas.
Por qué esta calle de la que no puedo escapar
de señoras que me saludan con sorna, que me espían
brujas que saben de hierbas y venenos
viejas de bocas fruncidas,
que de niño me ponían sus manos de corteza sobre la cara
para maldecirme: este niño no llegará muy lejos
y sus brazos como ramas despedían un olor a ruda.
Por qué esta calle que me devuelve siempre a donde vivo
como si fuera la jaula de un roedor
de la que no escaparé nunca
ahora lo comprendo.